Corrupción desde antaño en el Perú
- Alfredo ANGULO PALMA
- 2 abr 2017
- 6 Min. de lectura
Reseña del Libro “Historia de la Corrupción en el Perú” de Alfonso Quiroz
El libro relata historias, muy bien escrito y muy entretenido. La obra presenta una notable documentación histórica con muestras prolijas de fuentes manejada por el autor. En sus más de seiscientas páginas, el autor responde preguntas cruciales y relata de una forma novedosa la historia de la corrupción en el Perú. La obra presentada en siete capítulos, corresponden a cada época de la historia nacional.
En resumen Jorge Juan y Antonio de Ulloa a fines de la Colonia, Domingo Elías en la naciente República, Francisco García Calderón para la época del guano y la guerra con Chile, Manuel González Prada en la modernización de la posguerra, Jorge Basadre para los treinta años posteriores al oncenio de Leguía, Héctor Vargas Haya para los treinta años siguientes y en los noventa menciona a Mario Vargas Llosa, junto con otros personajes que se rebelan contra la corrupción y recuperan la democracia (Blondet, 2013). Lamentablemente, todos ellos pierden ante el sistema que permite la corrupción.
El concepto de Quiroz que define la corrupción es bastante completo, determina que es “…el mal uso del poder político burocrático por parte de camarillas de funcionarios coludidos con mezquinos intereses privados para obtener ventajas económicas o políticas contrarias a las metas del desarrollo social mediante la malversación o el desvío de recursos públicos y la distorsión de las políticas e instituciones. Es decir, corrupción es el abuso de los recursos públicos para beneficiar a unas cuantas personas o grupos, involucra explícitamente el poder y la política, al sector público y al privado y su efecto en políticas, instituciones y en el progreso del país...”
En la obra se destaca cómo, en lugar de irse construyendo un Estado republicano con leyes y marcos normativos adecuados, con funcionarios que hacen cumplir la ley y con ciudadanos que van aprendiendo a sentirse parte de una sociedad incluyente que los considera, a diferencia de esto, se va perfilando y consolidando un Estado sin el imperio de la Ley, en donde las leyes están dadas para no ser cumplidas.
Los actores principales son:
Las élites.
En todo momento es posible encontrar como parte de los grupos de poder al político chantajista, al militar abusivo y prepotente, al funcionario público ineficiente y oportunista y al empresario interesado en los negocios de plata fácil, lista para hacer fortunas rápidas a cualquier costo. Es una élite que no piensa en el futuro, en el país que está conduciendo, no es líder.
Los militares.
Son un grupo de poder históricamente asociado a la corrupción que ha tenido presencia central en distintos momentos de la historia. En los inicios de la República, los caudillos militares sientan las bases de la política y del Estado patrimonial, que son a su vez los cimientos del estado moderno. Ellos construyen sus bases de apoyo a través del Estado, el dinero y las propiedades públicas.
El estudio de Quiroz es implacable con los libertadores y caudillos independentistas. Documenta sus malas prácticas para financiarse y financiar al ejército, y nos informa sobre la manera como se imponen sobre los liberales de la época. Nuestros héroes libertadores —San Martín y Bolívar, y ni qué decir de Gamarra— se apropian de manera abusiva y prepotente de fortunas a costa de expropiaciones, de recompensas jugosas que se hacen otorgar y de tributos en nombre de la independencia y de su sacrificio. Son los responsables del grave endeudamiento fiscal llevado a situaciones penosas de miseria. La herencia nefasta de Gamarra, específicamente, sienta las bases de la República y de los problemas burocráticos y financieros del Estado. Se hace elegir repetidamente y construye su clientela de apoyo incondicional con empresarios privados, a los que compra con jugosos adelantos para sus negocios, haciéndolos acreedores privilegiados del Estado y leales a él, y aplasta a La Mar en sus intentos reformadores.
A mediados del siglo, el militarismo baja en intensidad, pero con los vientos de la Guerra del Pacífico recupera presencia, y, justamente, el financiamiento de la guerra le devuelve el derecho y la oportunidad para recuperar poder y dinero. La posguerra abre una década de influencia y poder militar que se aviva con Sánchez Cerro y Benavides, luego el doceno militar y el fujimorato, durante el que gobiernan por la mano de Montesinos. Son en su mayoría los momentos de mayor corrupción en la historia del Perú.
Los políticos.
Toman el Estado como su botín, esa frase tan común en nuestros días. No hay fronteras claras entre el espacio público y el privado. El Estado es su propiedad, han invertido, lo han ganado, y por derecho pueden hacer lo que quieren. Pagan favores con fondos públicos y puestos en la burocracia, dan exoneraciones tributarias a sus amigos, hacen obras para ofrecer puestos de trabajo y favorecen a los que los apoyan con jugosos negocios y negociados. Este personaje nos es familiar. Cuántos congresistas de hoy calzan perfectamente bien en este molde.
Los empresarios. Son protagonistas de jugosas historias de corrupción. Son esquilmados por los militares caudillos durante las guerras de la independencia, pero luego se desquitan y entienden el juego del poder. Un momento entre muchos son los vales de manumisión que Castilla les paga a los poseedores de esclavos cuando la esclavitud es abolida. Castilla termina siendo un tímido reformador y promotor de un proceso de indemnización cargado de favoritismo pagado puntualmente entre 1860 y 1861. No salen las sumas cuando se trata de verificar cuántos esclavos había y cuantos se indemnizaron.
No se construye un verdadero Estado de derecho sin un sistema normativo congruente con las necesidades del Estado, sin instituciones que velen por el cumplimiento de la ley, sin un sistema de control que opere de manera eficaz, sin una élite dirigente que mire por encima de sus propios intereses y sin partidos políticos que representen los intereses de la población.
Las leyes y el marco normativo institucional. Existen, pero son particularmente complejas, confusas, contradictorias, restrictivas y no sirven. Por el contrario, desde los inicios de la República, ponen la primera piedra de la corrupción. Las normas formales e informales son inexistentes, están distorsionadas o son inestables. En consecuencia, dice Quiroz (p. 45), la falta de disuasivos adecuados impide contener comportamientos oportunistas y despóticos, las costumbres rentistas o las ventajas monopólicas de aquellos que tienen acceso al poder político, la administración pública y los privilegios económicos. En suma, la ley no se cumple o no se aplica igual para todos.
Los contratos de consignación del guano fueron instrumentos crediticios que sentaron las bases de un sistema financiero contaminado desde sus inicios. Nace sin legitimidad, fraudulento, regido por leyes absurdamente complicadas, que no se aplican o que son manipuladas en función de los intereses de la élite. Los costos de la corrupción más altos del siglo XIX se dan precisamente en la época del guano. Cuando se pretende reformar esta situación, grupos de presión obstaculizan cualquier intento. Y las autoridades se fueron adaptando a una administración ineficiente. Se desarrolla una tolerancia que hasta hoy nos hace convivir con una suerte de “normalización” de la corrupción.
El sistema de control. No existe hasta muy avanzada la República, y cuando se crea, no opera o lo hace deficientemente. Tampoco funciona el control social. No existe la vergüenza para el que no paga impuestos o para el que no acata las normas. Al contrario, el que lo hace es el sonso, mientras el vivo se beneficia. En la Colonia, por ejemplo, el juicio de residencia era para sancionar a los que se robaban la plata del rey. En la República, el procurador pierde fuerza, y la procuraduría es una institución que no tiene peso alguno. ¿Cuándo ha ganado el Estado a un empresario corrupto?
El sistema político partidario. Se muestra una radiografía aterradora del sistema político peruano. Los partidos políticos son clubes, manejados por caudillos que nada tienen que ver con los intereses que representan. Dos son los casos más destacados.
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2. Conceptos de otros autores en relación a la percepción de la Corrupción.
Para Saúl Peña en su obra Psicoanálisis de la Corrupción (Peña. 2003. Pág 06), la corrupción es la acción de dañar, deteriorar, enfermar, pervertir o depravar manipulativa y utilitariamente a alguien con propósitos malsanos, alterando y trastocando su identidad y propiciando consciente o inconscientemente su complicidad. La corrupción elimina los valores creativos de una ética legítima y contamina la cultura. Los corruptos dándose cuenta o no, viven en una pobreza ética, afectiva y emocional apropiándose de todo lo posible, incluyendo a personas.
Para Luis Jochamowitz en su obra Vida y tiempo de un Corruptor (Jochamowitz. 2002. Pág 15), Montesinos, quien encarna la esencia de la corrupción en el Perú, quería ser las dos cosas, ser secreto e ilegal y a la vez tener reconocimiento público. El deseo se volvía particularmente irresistible considerando la naturaleza mediática del régimen que representaba, asunto que él dirigía en persona y en donde el que aparecía en los medios realmente existía.
Para la Organización de Naciones Unidas, corrupción es un obstáculo considerable para el desarrollo social y económico en el mundo. Este tiene impactos negativos sobre el desarrollo sostenible y particularmente afecta a las comunidades más pobres. Para las compañías, la corrupción impide el crecimiento de negocios, eleva los costos y hace que aparezcan serios riesgos legales y de reputación. En consecuencia eleva el costo de las transacciones, socava la competencia leal, impide la inversión externa y doméstica en largo plazo, distorsionando las prioridades de desarrollo.
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